La primera vez que J y yo nos vimos fue cuando yo apenas tenía 16 años. Pero no fue hasta años más tarde cuando nuestros caminos volvieron a cruzarse y ya no se volvieron a separar.
Yo siempre había dicho que tu alma gemela es esa persona que te encuentra en el momento apropiado. De poco importa si os cruzáis y algunos (o los dos) no estáis preparados para vivir ese amor arrebatador que te hace soñar despierto.
J había soñado toda la vida con ser piloto. Y, por casualidades del destino, el hermano mayor de su mejor amigo del cole estaba estudiando para piloto. Así que comenzaron a quedar, a salir y a hablar de aviones. Ese hermano mayor era el que se convertiría en futuro marido de mi hermana.
Por aquel entonces, yo no vivía en Madrid. Al terminar el colegio me fui a vivir a Inglaterra y volví a Madrid para empezar la carrera. Fue entonces cuando empecé a salir con el grupo de amigos de mi hermana.
Sin quererlo, sin apenas notarlo, ese chico tímido, serio y responsable comenzó a despertar algo en mí. Y, una tarde, me sorprendí a mí misma arreglándome porque mi hermana me había dicho que, entre más gente, también venía él.
Entre risas, partidas de billar, bailes y una rivalidad amistosa con uno de sus amigos, una calurosa noche de Abril de 2011, la llama se encendió. Pero tuvieron que pasar muchas citas a escondidas, muchas conversaciones por Facebook y una Semana Santa en la que le eché de menos con locura hasta que nos diéramos nuestro primer beso. (Al fin y al cabo, yo era la hermana pequeña de la mujer de uno de sus mejores amigos.)
Y... una semana después de ese primer maravilloso beso... Se plantó en mi piso de estudiante y me dijo que se iba a Barcelona, porque empezaba a volar a la mañana siguiente.
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