martes, 11 de marzo de 2014

¡Ay mi cuqui! Historia de un mote


¿Alguna vez habéis dicho "de este agua no beberé" y habéis terminado bebiéndoos la jarra entera? Pues eso es lo que me pasó a mí con la palabra "cuqui".

¡Ay mi cuqui!

Se lo había oído a "Los Cuquis" en "La que se avecina" y siempre me había parecido lo peor de lo peor. Nosotros somos más de motes pasivo-agresivos como "feo", "gordo" o "enano". (Aunque también somos "príncipe" y "princesa", oiga.)

Así nos veo yo...

La verdad es que J y yo rara vez nos llamamos por nuestro nombre. Somos muy de motes y como se pronuncie tu nombre de pila, malo. Te va a caer una buena.

Y como somos tan de motes, nos hemos llamado de todo (bueno, de todo de todo no, no seáis mal pensados) y el autocorrector de iPhone ha tenido gran parte de culpa en muchos de nuestros motes. Como cuando escribí "gordito" y lo cambió por "gorrito". ¿Adivináis cómo estuvimos llamándonos durante el primer verano de relación? 

Nosotros somos así. Como nos haga gracia una palabra, corremos el riesgo de adoptarla para referirnos al otro. Y no sabéis el daño que hacen los documentales de la dos para estas cosas. En serio, ¿sabéis lo que es un vanato? Yo tampoco lo sabía hasta que J lo acuñó... Así de románticos somos. (Y luego resultó que no era vanato, si no varano...)

¿Me llamaría así por mi lengua viperina?
Así que, cuando empezamos a usar "cuqui" de coña, deberíamos habernos dado cuenta de en lo que nos estábamos metiendo. Pero no. Ese primer día que, con voz de falsete, le gritaba "cuqui" a J por el pasillo para saber dónde estaba, no me di cuenta de lo que iba a desencadernarse.

Porque, como os imaginaréis, ¡"cuqui"! se ha convertido en la forma en que nos llamamos cuando nos buscamos (por casa, en un probador, cuando alguno no contesta por Whatsapp...)

¡Ay, mi cuqui!

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